Nuestra historia personal lleva
muchas heridas. Nuestra historia de relación tantas veces sangra impotente.
Nuestra sociedad, tanto la rica como la pobre, sangra herida… La Pascua sangra
de muchas heridas y se desangra sin piedad.
Y, sin embargo, es Pascua. Y esta Pascua es fuente
de esperanza precisamente por eso, porque está cerca de nuestra herida, está en
nuestra herida. Esta Pascua acoge en su luz nuestras heridas. La alegría de
Pascua no se realiza en el olvido del dolor, sino en la asunción de todos los
dolores de la humanidad; es Pascua herida!.