Sorprendemos con
frecuencia a Francisco buscando soledades, adentrado en cavernas profundas y
oscuras donde pasaba largas horas entregado a la búsqueda interior, a la
comprensión del misterio de la vida y del dolor, entregado a descubrir el
misterio de Dios. Francisco de Asís nos enseña a buscar hacia dentro, a vernos
en nuestra verdad y aceptarla.
Pero incluso cuando
uno se mira sinceramente hacia dentro, corre el riesgo de no mirarse bien. Por
eso dicen que Francisco en su vida no tuvo otro maestro más que a Cristo (cf LM
2,1). Y esta es la clave franciscana de la mirada interior; hay que mirar
adentro, hay que ahondar, sí, pero, por encima de todo mirarse a la luz de
Jesús, crucificado por amor y resucitado a la nueva vida por el Padre. Mirarse
hacia dentro y hacia abajo para descubrir quién y cómo soy yo en verdad y mirar
hacia arriba y hacia fuera para
descubrir quién y cómo es el Dios de Jesús, agua viva, fuente de esperanza.
(Cfr Cta. Asís 30)