“Algo
tiene la guerra que atrae al hombre, como si fuese el fruto prohibido del
árbol más a la vista y más hermoso del jardín. Algo tiene. Será por el riesgo
que se corre, será por la victoria que se espera, será por la gloria que se
desea. Será tal vez porque te hace sentir dueño de vidas ajenas, más grande que
el caído, más poderoso que el vencido.
La
guerra es tan atractiva y deseable como pueda serlo el bien, como pueda serlo
el mal. Y es tan perversa que, si la reconoces necesaria, tendrás que
reconocerla justa; y si la reconoces justa, habrás justificado la muerte de tu
hermano. Una guerra no ata las manos de Caín: lo clona. (...)
¿Es que no lo aprenderemos nunca?: ¡En la guerra sólo matamos
a hermanos! En la guerra, ¡a Caín lo clonamos!”
(Mons Santiago Agrelo,
franciscano y arzobispo de Tánger.)