Será quizás porque, a estas alturas de la vida, he vivido ya las
suficientes horas buenas y malas como para empezar a colocar las cosas en su
sitio. El caso es que tengo la sensación de que empiezo a entender un poco de
qué va esto que llamamos "vida".
Casi nada de lo que creemos que es importante hoy me lo parece.
Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir
con dignidad. Paso de coronas de laureles y del juicio ajeno. Aparto a los
quejumbrosos y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y
sobre las que nadie derramará una lágrima.
Rechazo el cinismo de quien solo piensa en su propio bienestar y
se desentiende del malestar de los otros. Y a los indiferentes que nunca se
meten en líos. Y a los que creen que solo es importante tener y exhibir en
lugar de sentir, pensar y ser.
Creo que empiezo a entender algo de qué va esto que llamamos
"vida".