8 nov 2015

PROTESTAR, PROPONER Y COMPROMETERME.

                

                A menudo uno se descubre protestando por casi todo porque siempre hay motivos para sacar punta a la realidad. Se impone protestar, porque si no, te pisan o te tienes que comer los marrones de otros. Y así, se van sumando voces al coro de lamentos. Se queja el estudiante de los profesores, estos de los compañeros, todos de la dirección. Los hijos protestan por los padres, y estos se lamentan de lo ingobernables que se han vuelto sus hijos. Se quejan los creyentes de la sociedad que ataca y critica. Los no creyentes de la Iglesia que se quiere imponer. Se quejan los cristianos de a pie de los obispos. Estos, del mundo. Se quejan los trabajadores de los jefes, y estos de aquellos. Se queja la ciudadanía de los políticos, y estos, unos de otros, y todos de «la coyuntura». Hay tantos motivos para protestar, que parecería hasta insolidario no hacerlo, ¿Verdad?

                Hay que alzar la voz, protestar, sólo que no vale hacerlo como el crío con berrinche y pataletas. Hay otra manera: alzar la voz con seriedad y compromiso, y al tiempo aventurar horizontes mejores. Protestas, propuestas y compromisos.  Proponer hacia dónde caminar, y comprometerse uno mismo, con tu tiempo y tu capacidad para perseguir aquello que te parece justo. Es una buena propuesta para este tiempo tan ávido de justicia y esperanza.

                Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande (Dt 18,18)