“Te digo: si he tenido paciencia y no perdido la calma, en esto
está la verdadera alegría”. Así Francisco dejó como
regalo al Hermano León en qué consiste la Verdadera Alegría, pero sobre todo,
dejó claro cuál es el fundamento de la
vida franciscana. Esta no se fundamenta en que las cosas vayan bien ni en que
se cumplan las expectativas que uno puede tener. En el cántico de las criaturas
Francisco canta al hermano sol cuando la luz del sol le quemaba los ojos
haciéndole daño; y
canta a la muerte como hermana, cuando la ve venir como inminente e inevitable.
La Verdadera Alegría, la que nace del Evangelio y sus valores,
la que arranca de su experiencia personal, es para Francisco la alegría que
nace de la experiencia de la Cruz. "Me sé a Cristo pobre y crucificado y
eso me basta" dirá Francisco al
hermano que le trae consuelo en la enfermedad.
Francisco se la regala a su querido hermano y amigo León y nos
la regala a nosotros como el secreto de su corazón.
"Cierto día el bienaventurado Francisco, en Santa María,
llamó a fray León y le dijo: «Hermano León, escribe.»
El cual respondió: «Heme aquí preparado.»
«Escribe –dijo– cuál es la verdadera alegría.
Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han
ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría.
Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y
obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No
es la verdadera alegría.
También, que mis frailes se fueron a los infieles y los
convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano
a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está
la verdadera alegría.
Pero ¿cuál es la verdadera alegría?
Vuelvo de Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el
tiempo de un invierno de lodos y tan frío, que se forman canelones del agua
fría congelada en las extremidades de la túnica, y hieren continuamente las
piernas, y mana sangre de tales heridas.
Y todo envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y,
después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y
pregunta: ¿Quién es? Yo respondo: El hermano Francisco.
Y él dice: Vete; no es hora decente de andar de camino; no
entrarás.
E insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple
y un ignorante; ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que
no te necesitamos.
Y yo de nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios
recogedme esta noche.
Y él responde: No lo haré.
Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí.
Te digo que si hubiere
tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera
alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma."