Anhelo, sed,
expectación... Esto es lo que nos invade cuando sentimos que se aproxima algo que
deseamos de veras. Pues eso es este Adviento. Tiempo para los grandes
sueños. Solo los mediocres o los desesperados renuncian a soñar.
Y si nos asalta la rendición, es tiempo de nuevo para alzar la
cabeza, mirar a lo lejos..., bien fuera..., bien dentro... Dejar que resuene como
una promesa el grito de un Dios que atraviesa el tiempo para decirnos: Se acerca vuestra liberación.