El consejo de Dios no puede dejar de ser bueno, ni es
dificultoso de guardar, si no es a los incrédulos y a los que se fían poco de
Dios, y a los que se gobiernan por prudencia humana. (...)Yo no alabo
simplemente la pobreza, sino la sufrida con paciencia por amor de Cristo
nuestro señor, y mucho más la deseada, procurada y abrazada por su amor(...)Su
Majestad dé a s vuestra merced luz para que entienda etas verdades y las obre.
Carta de
San Pedro de Alcántara a santa Teresa de Jesús