Ayer día 23, el Papa
Francisco ha recibido en audiencia a los
miembros de la Familia Franciscana de la Primera y Tercera Orden Regular.
Les habló sobre la minoridad como lugar de encuentro con Dios, con los
hermanos, con todos los hombres y
mujeres y con la creación entera.
Abrid vuestros
corazones y abrazad a los leprosos de nuestro tiempo, y, habiendo comprendido
la misericordia que el Señor os ha otorgado, sed con ellos misericordiosos,
como lo fué vuestro padre San Francisco; y, como él, aprended a ser “enfermo
con los enfermos, afligido con los afligidos”. Todo esto, lejos de ser un
sentimiento vago, indica una relación entre las personas tan profunda
que, transformando vuestro corazón, os llevará a compartir su mismo destino.
Queridos
hermanos,
El “Señor
Papa”, como lo llamaba San Francisco, os recibe con alegría y recibe en
vosotros a los hermanos franciscanos que viven y trabajan en todo el mundo.
Gracias por lo que sois y por lo que hacéis, especialmente a favor de los más
pobres y desfavorecidos.
“Todos
sin excepción llámense hermanos menores”, se lee en la Regla no Bulada.[1] Con esta expresión, San Francisco
no habla de algo facultativo para sus hermanos, sino que manifiesta un
elemento constitutivo de su vida y misión.
De hecho,
en vuestra forma de vida, el adjetivo “menor“ califica al sustantivo “hermano”, dando al
vínculo de la fraternidad una cualidad propia y característica: no es lo
mismo decir “hermano” que decir “hermano menor”. Por lo tanto, al hablar
de fraternidad hay que tener en cuenta esta típica característica
franciscana de la relación fraterna que os exige una relación de “hermanos
menores”.
¿De dónde
le vino a Francisco la inspiración de poner la minoridad como
un elemento esencial de vuestra fraternidad?[2]
Puesto
que Cristo y el Evangelio eran la opción fundamental de su vida, con toda
certeza podemos decir que la minoridad , aunque no carente de razones ascéticas
y sociales, surge de la contemplación de la encarnación de Dios el Hijo, y la
resume en la imagen del hacerse pequeño como una semilla. Es la
misma lógica que “se hizo pobre de rico cómo era” (véase 2 Cor 8: 9). La
lógica de la “expoliación”, que Francisco puso en práctica literalmente
cuando se “despojó hasta la desnudez de todos los bienes terrenales, para
darse por entero a Dios y a los demás.”[3]
La vida
de Francisco estuvo marcada por el encuentro con Dios pobre presente en medio de nosotros en Jesús
de Nazaret: una presencia humilde y oculta que el Poverello adora y contempla
en la Encarnación, en la Cruz y en la Eucaristía. Por otro lado, se sabe que
una de las imágenes evangélicas que más impresionaron a Francisco es el lavado
de los pies de los discípulos en la Última Cena[4].
La
minoridad franciscana se presenta a vosotros como un lugar de
encuentro y comunión con Dios; como un lugar de encuentro y comunión con los
hermanos y con todos los hombres y mujeres; finalmente, como un lugar de
encuentro y comunión con la creación.
La
minoridad es un lugar de encuentro con Dios
La
minoridad caracteriza de forma especial vuestra relación con Dios. Para San
Francisco, el hombre no tiene nada suyo excepto su propio pecado, y vale
cuánto vale ante Dios y nada más. Por eso vuestra relación con Él debe
ser la de un niño: humilde y confiada y, como la del publicano del Evangelio,
consciente de su pecado. Y atención al orgullo espiritual, al orgullo
farisaico: es la mundanidad peor.
Una
característica de vuestra espiritualidad es la de ser una espiritualidad
de restitución a Dios. Todo lo bueno que hay en nosotros, o que
podemos hacer, es un don de Aquel que para San Francisco era el Bien, “todo el
Bien, el sumo Bien”[5] y todo se restituye al “Altísimo, Omnipotente y Buen
Señor”[6]. Hacemos esto a través de la alabanza, lo hacemos cuando vivimos de
acuerdo a la lógica del don del Evangelio, que nos lleva a salir de
nosotros mismos para encontrar a los demás y acogerlos en nuestras
vidas.
La
minoridad es un lugar de encuentro con los hermanos y con todos los hombres y
mujeres
La
minoridad se vive ante todo en la relación con los hermanos que el Señor
nos ha dado[7]. ¿Cómo? Evitando cualquier comportamiento de superioridad. Esto
significa erradicar los juicios fáciles sobre los demás y el hablar mal
de los hermanos a sus espaldas[8]- ¡esto está en las Admoniciones! -rechazar la
tentación de usar la autoridad para someter a otros; evitar “hacernos pagar”
los favores que hacemos a los demás, mientras que los de los demás los consideramos
como debidos; alejar de nosotros la ira y la turbación por el
pecado del hermano[9].
La
minoridad se vive como una expresión de la pobreza que habéis profesado[10] al
cultivar un espíritu de no apropiación en las relaciones; cuando se valora lo
positivo que existe en el otro, como un don que proviene del Señor; cuando,
especialmente los ministros, ejercen el servicio de la autoridad con
misericordia, como expresa magníficamente la Carta a un Ministro[11], la
mejor explicación que nos ofrece Francisco de lo que significa ser menor
respecto a los hermanos que le han sido confiados. Sin misericordia no hay
fraternidad ni minoridad.
La
necesidad de expresar vuestra fraternidad en Cristo hace que vuestras
relaciones interpersonales sigan el dinamismo de la caridad, de modo que,
mientras la justicia os llevará a reconocer los derechos de cada uno, la
caridad trasciende estos derechos y os llama a la comunión fraterna;
porque no son los derechos lo que vosotros amáis, sino los hermanos, a
quienes debéis acoger con respeto, comprensión y misericordia. Lo importante
son los hermanos, no las estructuras.
La
minoridad se vive también en relación a todos los hombres y mujeres con
quienes os encontráis en vuestro ir por el mundo, evitando
con la máxima atención cualquier actitud de superioridad que os
pueda conducir lejos de los demás. San Francisco expresa claramente esta
instancia en los dos capítulos de la Regla no Bulada donde pone en relación la
decisión de no apropiarse de nada (vivir sine proprio) con
la acogida benévola de cada persona hasta compartir la vida con los más
despreciados, con los que son realmente los menores de la sociedad:
“Guárdense los hermanos, dondequiera que estén, […], de apropiarse ningún lugar
ni de defenderlo contra nadie que no tomarán ningún lugar ni se
enfrentarán a nadie”. Y cualquiera que venga a ellos, amigo o adversario,
ladrón o bandolero, sea recibido benignamente”[12]. Y también: “Y deben gozarse
cuando conviven con personas de baja condición y despreciadas, con pobres y
débiles y enfermos y leprosos y los mendigos de los caminos.”.[13]
Las
palabras de Francisco nos empujan a preguntarnos como fraternidad: ¿Dónde
estamos? ¿Con quién estamos? ¿Con quién tratamos? ¿Quiénes son nuestros
favoritos? Y dado que la minoridad interpela no solo a la fraternidad
sino a cada uno de sus miembros, es apropiado que cada uno haga un examen de
conciencia de su propio estilo de vida; de los gastos, de la ropa, de lo
que considera necesario; de su dedicación a los demás, del rechazo del
espíritu de cuidarse demasiado uno mismo, también de la propia
fraternidad.
Y, por favor, cuando hagáis alguna actividad para los “más pequeños”, los excluidos y los últimos, nunca lo hagáis desde un pedestal de superioridad. Pensad, más bien, que todo lo que hacéis por ellos es una forma de restituir lo que habéis recibido gratis. Como advierte Francisco en la Carta a toda la Orden: “Nada de vosotros retengáis para vosotros”[14]. Haced un espacio acogedor y disponible para que entren en vuestra vida todos los menores de vuestro tiempo: los marginados, hombres y mujeres que viven en nuestras calles, en los parques o estaciones; los miles de desempleados, jóvenes y adultos; muchas personas enfermas que no tienen acceso a las curas adecuadas; tantos ancianos abandonados; las mujeres maltratadas; los migrantes que buscan una vida digna; todos aquellos que viven en las periferias existenciales, privados de dignidad y también de la luz del Evangelio.
Y, por favor, cuando hagáis alguna actividad para los “más pequeños”, los excluidos y los últimos, nunca lo hagáis desde un pedestal de superioridad. Pensad, más bien, que todo lo que hacéis por ellos es una forma de restituir lo que habéis recibido gratis. Como advierte Francisco en la Carta a toda la Orden: “Nada de vosotros retengáis para vosotros”[14]. Haced un espacio acogedor y disponible para que entren en vuestra vida todos los menores de vuestro tiempo: los marginados, hombres y mujeres que viven en nuestras calles, en los parques o estaciones; los miles de desempleados, jóvenes y adultos; muchas personas enfermas que no tienen acceso a las curas adecuadas; tantos ancianos abandonados; las mujeres maltratadas; los migrantes que buscan una vida digna; todos aquellos que viven en las periferias existenciales, privados de dignidad y también de la luz del Evangelio.
Abrid
vuestros corazones y abrazad a los leprosos de nuestro tiempo, y, habiendo
comprendido la misericordia que el Señor os ha usado[15], usad con ellos
misericordia, como la usó vuestro padre San Francisco[16]; y, como él, aprended
a ser “enfermo con los enfermos, afligido con los afligidos”[17]. Todo esto,
lejos de ser un sentimiento vago, indica una relación entre las personas
tan profunda que, transformando vuestro corazón, os llevará a compartir
su mismo destino.
La
minoridad es un lugar de encuentro con la creación
Para el
Santo de Asís, la creación era ” como un espléndido libro en el cual Dios nos
habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad”[18]. La creación
es “como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una
madre bella que nos acoge entre sus brazos:”.[19]
Hoy, -lo
sabemos- esta hermana y madre se rebela porque se siente maltratada. Ante
el deterioro mundial del medio ambiente, os pido que como hijos del
Poverello entréis en diálogo con toda la creación, prestándole vuestra voz para
alabar al Creador, y, como hacía San Francisco, tened por ella un cuidado
especial, superando cualquier cálculo económico o
romanticismo irracional. Colaborad con diversas iniciativas para
cuidar la casa común recordando siempre la íntima relación entre los
pobres y la fragilidad del planeta, entre economía,
desarrollo, cuidado de la creación y opción por los pobres.[20]
Queridos
hermanos, os renuevo la petición de San Francisco: Y sean menores. Dios guarde y haga que crezca vuestra
minoridad .
Sobre
todos vosotros invoco la bendición del Señor. Y, por favor, no os
olvidéis de rezar por mí. Gracias.
[1] 6,3: FF 23.
[2] Cfr 1Cel 38: FF 386
[3] Carta al obispo de Asís para la
inauguración del Santuario de la Expoliación 16 abril 2017
[4] Cfr Regla no bulada 6,4: FF 23; Admoniciones 4,2: FF 152.
[5] Alabanzas al Dio Altissimo,
3: FF 261.
[6] Cántico del Hermano Sol,
1: FF 263
[7] Cfr Testamento,
14: FF 116.
[8] Cfr Admoniciones 25: FF 174
[9] Cfr ibid., 11: FF 160.
[10] Cfr Regla bulada,
1,1: FF 75; Admoniciones 11: FF 160.
[11] Cfr FF 234-237.
[12] 7,13-14: FF 26
[13] 9,2: FF 30.
[14] 2,29: FF 221.
[15] Cfr 1Cel 26: FF 363.
[16] Cfr Testamento: FF 110-131.
[17] Leggenda dei tre compagni,
59: FF 1470.
[18] Cart. enc. Laudato si’, 12.
[19] Ibid., 1.
[20] Cfr ibid., 15-16.