«Tú que estás más cerca de Dios, por
favor, reza por mí». Es algo que uno
escucha con relativa frecuencia, pensando que por ser franciscano, Dios me va a
hacer más caso. Esto no puede ser una llamada a milagro fácil y el
problema está en no entender bien lo que realmente me están pidiendo.
Interceder es ponerlo delante de Dios, desde mi corazón, para que sea Dios el
que haga lo que quiera. Rezar por alguien es decirle que forma parte de mi vida,
que le quiero y quiero que Dios esté cerca de Él. Y se trata de
fe, de confianza, de amor y no de magia ni soluciones raras. Es necesario hacer
todo lo que esté en nuestras manos; y es imprescindible terminar poniéndolo
todo en manos de Dios.