“Aunque
experimentemos en nosotros muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos
desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la
sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en
espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria. No hay lugar para el
temor: es Dios mismo el que viene a purificar nuestros labios impuros, haciéndonos idóneos para la misión: Ha desparecido tu culpa, está perdonado tu
pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Y
quién irá por nosotros?. Contesté: Aquí estoy , mándame. (Is 6,7-8)”
(Mensaje del Papa para la 54 Jornada Mundial de Oración por la Vocaciones
del domingo 7 de mayo)