En la e
En la evangelización subordinamos
la palabra a la praxis. Nos urge la predicación; pero queremos gritar y actuar
el Evangelio, sobre todo, con nuestras vidas. Nos gusta acercarnos a los
hombres devorados por la angustia y desearles con sencillez y franqueza la paz
y el bien del Señor; pero no queremos caer en la tentación de la eficacia, ni
siquiera bajo razones pastorales. Hemos de permanecer menores a pesar de todas
las presiones, especialmente las intraeciesiales y las de los hermanos
«prudentes» de la fraternidad, prefiriendo el uso de medios pobres.