Queremos una
humanidad nueva, igualitaria y fraterna, reconciliada entre sí y con Dios,
según la paz prometida por los profetas y anunciada como don del Mesías Jesús.
No nos hacemos ilusiones sobre este mundo insolidario, violento e injusto.
Somos conscientes de que sólo podrá ser transformado por hombres cuyo amor les
exponga a la persecución y al despojo. Nuestro método ha de ser escandalosamente
evangélico: vivir las bienaventuranzas del Reino, apacibles, pacíficos y
mesurados, mansos y humildes. Creemos en este amor, que no reivindica nada para
sí, que parece pasivo y es más fuerte que la muerte.