Yo también quiero, Rabboni,
ser María Magdalena.
Quiero escuchar tu voz, ver tu rostro
y descansar en tus brazos.
Quiero oír cómo tus labios pronuncian
mi nombre y cómo tus ojos me miran
con amor aceptándome como soy.
Pero sabes, me duele quedarme siempre
en la puerta de un encuentro pleno y eterno,
y vivo soñando con que algún día
se producirá esa meta final.
Como María Magdalena, aspiro
a esa unión con el Amado que nunca se termine,
a que los momentos de intimidad se eternicen.
Ésa es la aspiración de mi alma
y con la que contamos todos.
ser María Magdalena.
Quiero escuchar tu voz, ver tu rostro
y descansar en tus brazos.
Quiero oír cómo tus labios pronuncian
mi nombre y cómo tus ojos me miran
con amor aceptándome como soy.
Pero sabes, me duele quedarme siempre
en la puerta de un encuentro pleno y eterno,
y vivo soñando con que algún día
se producirá esa meta final.
Como María Magdalena, aspiro
a esa unión con el Amado que nunca se termine,
a que los momentos de intimidad se eternicen.
Ésa es la aspiración de mi alma
y con la que contamos todos.
Isabel Gómez-Acebo