Francisco de Asís apunta una vez más al centro cuando afirma: “Cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y
no más”. Esto equivale a decir: no soy más cuando los demás me engrandecen
y alaban y no soy menos cuando los demás me desprecian y juzgan. Soy siempre y
solamente lo que soy ante la mirada de Dios. Nuestra verdad es la mirada de
Dios.
Mirarnos y mirar a los demás con la mirada de Dios es
garantía de verdad, de justicia y es “descanso del alma”, porque la mirada de
Dios es siempre de misericordia, de aliento y de impulso de vida y de
verdad. Aprender a mirarnos y a mirar a
los demás desde la mirada paterno-materna de Dios, he ahí el secreto de la
sabiduría franciscana.